Luciano A. Ferrer on Mon, 21 Apr 2003 06:37:54 +0200 (CEST) |
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[nettime-lat] El pasado había muerto, el futuro era inimaginable |
debajo de la firma un mensaje de Benjamín Castillo, de la revista de arte y pensamiento artegnos, crónica de Robert Fisk para el The Independent, y enlaces a las notas de la historiadora de arte Laura Malosetti Costa y Matilde Sanchez, aparecidas en diario clarín (que por razones de espacio no se incluyen en el mail...) la guerra es paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es fuerza El pasado había muerto, el futuro era inimaginable. Todo se desvanecía en la niebla. El pasado estaba borrado. Se había olvidado el acto mismo de borrar, y la mentira se convertía en verdad. (de 1984, por george orwell) Saludos! Luciano A. Ferrer, karmacoma de http://mearte.com.ar discusión/difusión/interAcción a+d/cultura/internet http://laferrer.tabira.org/no+war no+war no+war no+war mailto:luqui00@hotmailQuiTaDMe.SaCaDMecom ----- ... por eso quiero ver amanecer, pero del otro lado ver amanecer por Benjamín Castillo, mensaje enviado a es.humanidades.arte El expolio de obras de arte en el museo arqueológico de Bagdad nos lleva a pensar en la preocupación que en el conflicto de Afganistán suscitó la destrucción de los grandes budas. En aquél momento la salvajada del gobierno talibán se expuso ante el mundo como un motivo más para demostrar la barbarie del régimen y una excusa para la intervención armada en aquél país. En el caso de la guerra de Irak se quiere dar a entender que se trata sin más de una consecuencia de la guerra y de los saqueadores. La falta de escrúpulos que requiere el mercado clandestino de obras de arte salpica a las fuerzas ocupantes que con su pasividad parecen formar parte de un plan preestablecido de expolio de bienes culturales ya codiciados desde la primera guerra del 91. Este comportamiento iguala o supera al del gobierno talibán. 70000 obras de arte expoliadas desaparecidas y las fichas que las identificaban quemadas. Todo un récord en la creciente hipocresía que contamina a las democracias occidentales y sus mercados legales e ilegales. Toda vez que se ataca a la cultura tendremos que hablar de daños colaterales culturales. No sólo es necesario robarles las vidas y el petróleo, también se reconoce en la cultura y el arte un valor que dejará a las generaciones iraquíes y del mundo entero sin los referentes que las identifican como pueblos distintos. En su lugar seguramente aparecerá un gran McDonald, junto a una gran superficie y toda una serie de objetos de consumo como señuelo para abandonar finalmente cualquier rasgo de nobleza y raices que pongan en duda la omnipotencia del modo de vida al estilo consumista. Mientras el lucro de empresas culturales legales e ilegales jugará su papel de dinamizador y creador de culturas a cambio de dólares. Los iraquíes acabarán no reconociéndose en sus objetos ya que éstos acabarán en las cámaras de seguridad de los bancos, por supuesto mojados en este tema, así como en el del petróleo. Triste pero este es nuestro sistema que no es mejor ni peor que los demás, sino igual que los demás, igual que las demás formas de organizarse la democracia no garantiza ni más seguridad ni más moralidad que el gobierno talibán. Eso sí, garantiza una mayor variedad de hamburguesas. Saludos. -- Artegnos, Revista Mensual de Arte y Pensamiento. http://www.artegnos.com DepósitoLegal SE-2188-2002 ISSN 1579-8216 La crónica de Robert Fisk, recibida por mail. Fecha: Martes 15 de Abril de 2003. La herencia histórica de Irak quedó reducida ayer a cenizas * Manos expertas en la quema de los Archivos Nacionales y la biblioteca de los Coranes Robert FISK, enviado especial en Irak Bagdad, 14 de abril. Este lunes fue la quema de libros. Primero llegaron los saqueadores, luego los incendiarios. Fue el capítulo final del pillaje de Bagdad. La Biblioteca Nacional y los Archivos Nacionales tesoro invaluable de documentos históricos otomanos, entre ellos los antiguos archivos reales de Irak quedaron reducidos a cenizas en una hornaza de 3 mil grados de calor. Luego la biblioteca de los Coranes, en el Ministerio de Donaciones Religiosas, fue también pasto de las llamas. Vi a los saqueadores. Uno me maldijo cuando traté de recuperar un libro de derecho islámico de manos de un mozalbete que no podía tener más de 10 años. Entre las cenizas de cientos de años de historia iraquí encontré un solo archivo flotando en el viento, fuera del recinto: páginas y páginas de cartas manuscritas entre la corte del alguacil Hussein de La Meca el que emprendió la revuelta contra los turcos por cuenta de Lawrence de Arabia y los gobernantes otomanos de Bagdad. Y los estadunidenses no hicieron nada. Por todo el sucio patio volaron cartas de recomendación a los tribunales de Arabia, demandas de municiones para las tropas otomanas, reportes de robos de camellos y asaltos a peregrinos, todos en la delicada caligrafía árabe. Tenía yo en las manos los últimos vestigios de la historia escrita de Irak que quedaban en Bagdad. Pero para Irak éste es el año cero. Con la destrucción de las antigüedades del Museo de Arqueología, el sábado, y el incendio de los Archivos Nacionales y luego de la biblioteca coránica del ministerio, situado a 500 metros, la identidad cultural de Irak queda borrada. ¿Por qué? ¿Quién encendió estos fuegos? ¿Con qué demente propósito se destruye esta herencia? Cuando alcancé a ver que la biblioteca coránica se quemaba -de las ventanas salían llamaradas de 30 metros de alto- corrí a las oficinas de la potencia ocupante, la oficina de asuntos civiles de los marines de Estados Unidos, para informar lo que había visto. Un oficial le gritó a un camarada que un fulano decía que una biblioteca bíblica (sic) se estaba incendiando. Les mostré la ubicación exacta en el mapa, el nombre preciso -en árabe y en inglés- del lugar, les dije que el humo se veía desde cinco kilómetros y que no llevaría más de cinco minutos llegar allá en vehículo. Media hora después no había un solo estadunidense en el lugar, y ya para entonces las llamas se remontaban 70 metros del suelo. Hubo un tiempo en que los árabes decían que sus libros se escribían en El Cairo, se imprimían en Beirut y se leían en Bagdad. Ahora en Bagdad queman las bibliotecas. En los Archivos Nacionales no sólo había registros del imperio otomano y del califato, sino incluso de los años oscuros de la historia moderna del país, relatos escritos a mano de la guerra Irán-Irak de 1980-1988, con fotografías personales y diarios militares, toda una hemeroteca de periódicos occidentales en el pavimento, frente al antiguo Ministerio de la Defensa, yacían volúmenes encuadernados del Financial Times y copias microfilmadas de periódicos árabes que se remontaban a principios del siglo XX. También quemaron las máquinas de microfilmación. Los periódicos palestinos de los primeros años de la OLP -incluso los diarios de la "Célula de Liberación de Cachemira"estaban regados por el suelo. Pero los archivos más antiguos estaban en los pisos superiores de la biblioteca, frente al Ministerio de la Defensa, donde de seguro se usó gasolina para producir un incendio en forma tan experta. El calor era tan intenso que el piso de mármol se había curvado hacia arriba y las escaleras de concreto por las que subí hacia las hectáreas de documentos ardientes habían quedado cuarteadas por la hornaza. Los papeles tirados en el suelo quemaban al tacto, ya no se veía en ellos ningún texto impreso o manuscrito, y se deshicieron en cenizas en el momento en que quise levantarlos. Y una vez más, envuelto en este velo de humo azul y rescoldos, me hice la misma pregunta: ¿por qué? Así, en una dolorosa reflexión sobre el significado de este crimen, permítaseme citar algunos de los textos contenidos en los jirones de papel que encontré en la calle, flotando en el viento, escritos por hombres que murieron hace ya mucho tiempo, dirigidos al Puerto Sublime de Estambul o a la Corte del Alguacil de La Meca, llenos de expresiones de lealtad y que como fórmula de despedida decían "su esclavo". Había una solicitud de proteger una caravana que transportaba té, arroz y azúcar, firmada por Husni Attiya al-Hijazi (que recomendaba a Abdul Ghari-Naim y a Ahmed Kindi como mercaderes honrados), un pedido de perfume y una advertencia de Jaber al-Ayashi, de la corte real del alguacil Hussein, a Bagdad, de tener cuidado con los salteadores en el desierto. "La presente es sólo para darles un consejo que sin duda les será de provecho", señala al-Ayashi. "Si no lo siguen, por lo menos estarán advertidos." Hay cierto toque de Saddam en el mensaje, pensé. La fecha era 1912. Algunos de los documentos consignan el costo de balas, caballos militares y artillería para los ejércitos otomanos en Bagdad y Arabia, otros registran la apertura de la primera central telefónica en el Hejaz que pronto se convertiría en Arabia Saudita, mientras otro, proveniente del pueblo de Azrak, en lo que hoy es Jordania, relata el robo de ropas de una caravana por Alí bin Kassem, quien atacó a quienes lo interrogaban "con un puñal y trató de herirlos pero fue sometido y más tarde los sobornó". Hay una carta de recomendación del siglo XIX en favor de un mercader, Yahiya Messoudi, "hombre de la más elevada moral, de buena conducta, que trabaja con el gobierno (otomano)". En otras palabras, éste era el tapiz de la historia árabe lo que queda de ella, que cayó en manos de The Independent, mientras el grueso de los documentos de siglos seguía crepitando en el inmenso calor de las ruinas de los Archivos Nacionales. El rey Faisal del Hejaz, gobernante de La Meca cuyos cortesanos son los autores de muchas de las cartas que rescaté- fue depuesto por los sauditas. Su hijo Faisal llegó a ser rey de Irak Winston Churchill le entregó Bagdad después de que los franceses lo expulsaron de Damasco y su hermano Abdullah fue el primer rey de Jordania, padre del rey Hussein y abuelo del monarca actual, Abdullah II. Durante casi mil años Bagdad fue la capital cultural del mundo árabe, la población más ilustrada de Medio Oriente. El nieto de Gengis Kan incendió la ciudad en el siglo XIII y, según se dijo, el río Tigris se tiñó de negro con la tinta de los libros. Hoy las cenizas negras de miles de documentos antiguos saturaron los cielos de Bagdad. ¿Por qué? ¿Quién envió a los saqueadores? ¿Quién mandó a los incendiarios? ¿Les pagaron por hacerlo? ¿Quién quiere destruir la identidad de esta nación? © The Independent Traducción: Jorge Anaya Artículo original: http://argument.independent.co.uk/commentators/story.jsp?story=397350 http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2003/04/19/u-00211.htm Laura Malosetti Costa http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2003/04/19/u-00303.htm Matilde Sanchez _______________________________________________ Nettime-lat mailing list Nettime-lat@nettime.org http://amsterdam.nettime.org/cgi-bin/mailman/listinfo/nettime-lat